lunes, 17 de enero de 2011

EL SER Y ELDEBER SER DEL ENFOQUE POR COMPETENCIAS EN LA EDUCACIÓN BÁSICA

“EL SER Y EL DEBER SER DEL ENFOQUE POR COMPETENCIAS EN LA EDUCACIÓN BÁSICA”
EDITADO: MA. ISABEL MUÑOZ GALLEGOS
Las instituciones educativas deben modificar la esencia de su ser y de su quehacer en  procesos de planeación, organización académica y evaluación, con el propósito de adecuarse a los retos que imponen las actuales circunstancias, signadas por un rápido avance del conocimiento y por el papel estratégico que éste tiene para el desarrollo social,  y así enfrentar  los desafíos ocasionados por la sociedad global del conocimiento, donde el fenómeno de las nuevas tecnologías de la información, (TIC) marca la pauta en los necesarios cambios de los sistemas educativos, ello unido a que como afirma Morin (1999)  en el nuevo siglo se  necesita  educar la condición humana y aprender a enfrentar las incertidumbres, implica que, decididamente  se deberá llegar a  nuevos  modelos, enfoques o estilos en  la Educación, entendida  esta como un proceso de formación permanente. Así,  de partida, aunque coincidimos con que formar competencias es un problema didáctico, es sin embargo un problema de más largo alcance que atañe a la condición misma del hombre y su interacción con el mundo.
La educación basada en competencias,  porta el reconocimiento de que las competencias se dan en la actuación como sistemas complejos en que el sujeto interactúa en su contexto social, de ahí que integre los contenidos declarativos o factuales, procedimentales y actitudinales en una visión holística  y sistémica,  sustentada en el desempeño profesional con sentido pertinente, sin olvidar la sólida base de formación general que se articula desde la competencias básicas, ya que en teoría se reconoce que toda  la planeación  contemporánea debe atender estos criterios de formación general para posibilitar la transferencia que tanto se necesita en la sociedad global del conocimiento, donde los cambios aportados por las nuevas tecnologías de la información científica, marcan también  necesarios cambios  en la esencia misma del quehacer docente.
Competencias: Parece ser que existe hoy en día un cierto consenso, por parte de las Administraciones y sus políticas educativas, en cuanto a la necesidad de implantar modelos curriculares basados en el desarrollo de competencias básicas, en la definición de lo que es una “competencia básica” y en cuáles han de ser éstas.

En el proyecto DeSeCo (Definition and Selection of Competencies) de la OCDE, encargado de definir y seleccionar las competencias consideradas esenciales para la vida de las personas y el buen funcionamiento de la sociedad, se define el término competencia como “Capacidad de responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada. Supone una combinación de habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones y otros componentes sociales y de comportamiento que se movilizan conjuntamente para lograr una acción eficaz”.

Para definir una competencia como básica, se tienen que dar las siguientes condiciones:   Que contribuya a obtener resultados de alto valor personal y social.   Que sean aplicables a un amplio abanico de contextos y ámbitos relevantes.   Que sean beneficiosas para la totalidad de la población para superar con éxito las exigencias complejas independientemente del sexo, condición social, cultural y entorno familiar.
 Rasgos que definen una competencia:   Constituye un "saber hacer". Incluye un saber, pero que se aplica.   "Saber hacer" susceptible de adecuarse a diversidad de contextos.   Carácter integrador, de modo que cada competencia abarca conocimientos, procedimientos y actitudes.
Competencia básica:
*      Capacidad de poner en práctica de forma integrada, conocimientos, habilidades, actitudes para resolver problemas y situaciones.
*        Básica: debe estar a la alcance de todos los sujetos implicados, es decir, de todo el alumnado de escolaridad obligatoria.
Es un mito, la novedad del enfoque por competencia y el hecho de que por estar planteado programáticamente  en una reforma educativa es asumido por todos los docentes. Es una realidad que para cualquier enfoque o modelo se necesita considerar como  puntos clave una perspectiva  integral en la educación que atienda a la cultura como el bien más preciado, puesto que es producto de la  formación humana: todo lo creado  por el hombre. La realidad es que la educación debe enfrentar las  exigencias y acechanzas de un mundo en constante cambio, para lo cual, aunque  la institución escolar ha estado constantemente puesta en tela de juicio, aun tiene mucho que aportar a la formación del hombre.
Este proceso de formación, que además discurre durante toda la vida, tiene el parte aguas de la formación universitaria donde lo verdaderamente relevante es que se prepare al profesional para que pueda enfrentar con pertinencia social la actividad para la que fue formado, atendiendo  el delicado y complejo  interjuego entre las necesidades y exigencias socioeconómicas del país, las específicas del puesto de trabajo y de la profesión a partir de una  interrelación local, nacional  global que viene caracterizando los procesos actuales en  la  globalización.
Se pondrá énfasis, no solo en el desarrollo de competencias de resolución profesional, sino en conocimientos teóricos que permitan al egresado entender,  explicar y actuar sobre la realidad, así como en el uso de las tecnologías de la información,  bases para la Educación permanente y  también en competencias básicas  y profesionales.
De modo que  las propuestas curriculares  de las reformas educativas, deberán conciliar objetivos técnicos  e instrumentales y propósitos sociales, utilizar estructuras curriculares que incorporen las tendencias mundiales, la mejora de la planta docente, el cambio de infraestructura física y la compatibilidad con estándares internacionales, como vía de homologación, sin perder los atributos de identidad del país o región y la complejidad intrínseca a todo proceso de formación, tal es la verdadera realidad que debe asumirse por profesores, alumnos, directivos, en fin, por todos los que protagonizan el proceso continuo y trascendente de la educación.

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